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La política de lo ridículo

Por@GuadalquivRadio

Mar 25, 2019

Es llamativa, alarmante y muy preocupante la espiral de ridiculez que la clase política está implantando en nuestro país, con la necesaria connivencia de la sociedad que les apoya.

Los hooligans de las ideas, los necios más deleznables que habitan los garitos de copas y bares de barrio de nuestras ciudades, están colapsando de medianerías los discursos políticos que copan los titulares de nuestra querida patria, tan castigada por aquellos que enarbolan la bandera de la distinción y la diferenciación de clases en el sentido más peyorativo y que se empeñan en colorear de rojo y gualda, pero que en realidad, no salen más allá del blanco y negro más borroso y casposo presidido por el águila imperial, un majestuoso animal que ninguna culpa tiene de que los máximos portadores del rebuzno intelectual la inviten hasta la sopa.

 

La ridiculez política tiene su origen en una sociedad que pasa de sus políticos y de la política. Una sociedad que no se siente representada y que de vez en cuando recibe una palmadita en la espalda para que el ciudadanito de a pie invierta su tiempo en votar a un determinado político o a un determinado carguillo… ya saben, porque la moda, además, pasa por fichajes estelares entre partidos. Parece que se pierden los idealismos, parece que la decencia ideológica es cosa del pasado y ahora todo vale por ocupar puestos de responsabilidad… Una responsabilidad, por otro lado, irresponsablemente remunerada a costa del currante. Y esa dejadez por parte de la sociedad con respecto a la política, tiene su traducción en la irrupción de una clase política tosca y rudimentaria, una clase política que no tiene ningún reparo a la hora de soltar bravuconadas e incoherencias que serían desechadas en cualquier Estado de Derecho en el que se anhele, se busque y se potencie la justicia social, pero que en la carrera de cuadrigas -en la que se ha convertido esto de la política de élite- para encumbrar al más inepto de los ineptos que haga captar el voto del radicalismo más enervado de nuestro país, degenera en una peligrosa maniobra de poder que conduce a nuestro Estado hacia una cascada sin fin, una catarata que finalizará en un pozo del que poco o nada conocemos, pero fácilmente deducible observando a quienes manejan el barquito en el que viajamos por estos mundos ridículos.

 

La política del ridículo se basa en lo ridículo de la situación actual… en los políticos ridículos y en los debates inertes y también ridículos que los mismos proponen con una grave finalidad entorpecedora y asesina de nuestro Estado de Derecho, de Bienestar y respetuoso con los Derechos Humanos.

 

Si tenemos una política ridícula, lo es por la propia inercia que ejerce la sociedad. Si la sociedad se revela, se enfrenta a la política del ridículo y se moviliza aportando lo mejor de ella, la política mejora y con ella nuestro Estado de Derecho y de Bienestar.

 

Por ello, no os quedéis en casa, salid, movilizaos, cread partidos políticos, afiliaos a los que ya existen, votad y luchad por vuestro presente y vuestro futuro, no contribuyáis a la política del ridículo y empezad a prestigiar nuestros pueblos, barrios y ciudades. España se merece unos políticos que luchen por la inclusión de todas las personas, con independencia de su pensamiento, raza, sexo, ideología o cartera.

 

Todavía estamos a tiempo de defender y desarrollar lo que tantos siglos nos ha costado conseguir. Es nuestro momento. Es el momento de la sociedad progresista.

 

Sergio Valenzuela Cobo

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