La reciente sentencia del Tribunal Supremo contra los líderes independentistas ha recrudecido un conflicto avivado permanentemente por ambos bandos.
El fallo dictado por el Supremo este lunes condenando a los líderes independentistas a penas que oscilan entre los 2 y los 13 años de prisión por delitos de sedición, malversación y prevaricación ha sido el detonante de días de crispación y movilizaciones, de una división prácticamente irreconciliable.
Una sentencia que, aunque algunos se empeñen en hacer ver lo contrario, no ha dejado contento a nadie y que ha desencadenado en jornadas de protesta —esta vez no tan pacíficas— que tienen en jaque a medio país.
Tal es la gravedad del asunto que Pedro Sánchez, Presidente en funciones, ha cancelado su agenda para reunirse con Rivera, Casado e Iglesias con la intención de tratar el asunto. Desde Moncloa se ha mandado un comunicado que dice: “El Gobierno recuerda que, si es necesario, actuará desde la firmeza, la proporcionalidad y la unidad”.
Hoy se cumple el tercer día de movilizaciones en contra de la sentencia y, a lo largo de estas fechas, hemos podido ver multitud de imágenes bochornosas por parte de ambos lados. Agresiones, cargas policiales y proyectiles de goma —que han causado la pérdida de un ojo a un manifestante—, reproches y provocaciones. Las barricadas y contenedores en llamas han iluminado la noche de Barcelona durante los dos últimos días, con fuertes intervenciones policiales para sofocar la revuelta. Revuelta que ha dejado más de 100 heridos y 51 detenidos durante esta madrugada.
Hablo de bandos porque el conflicto parece haberse convertido en un partido de fútbol. Un clásico entre dos equipos con una rivalidad irreconciliable y con unos ultras entregados a los suyos, ataviados con sus colores y banderas, dispuestos a cualquier cosa por defender a su escuadra.
Y digo que la sentencia no ha dejado contento a nadie, porque bien por abusiva o por insuficiente, ninguno de los partidos implicados en el asunto se ha mostrado satisfecho con la resolución.
Pero por otra parte, considero que ambos bandos han resultado ganadores con el fallo del Tribunal Constitucional, pero que también existen grandes perjudicados: los políticos condenados y sus familias; y la política y la democracia.
Por un lado tenemos a los líderes independentistas, con el incompetente Torra a la cabeza. Esta coalición se ha ido resquebrajando durante el último año, con muestras públicas de su falta de entendimiento. Un movimiento que iba perdiendo fuerza a base de errores propios y que ve esta sentencia como una bola extra para retomar la indignación y el odio, bases sobre las que se erige su discurso. Obviamente descontentos por la sentencia, pero ganadores a la hora de volver a llevar el problema a las calles, donde todos los movimientos toman fuerzas. Sus ultras estaban en horas bajas, y esta sentencia se ha encargado de devolverles el ánimo de volver a manifestarse.
Torra, presidente de todos los catalanes, independentistas y no independentistas, pero hartos de todo esto, no se ha pronunciado para condenar los actos violentos de una minoría.
El sucesor de Puigdemont, ese capitán cobarde que abandonó el primero el barco, ha demostrado ser un total incompetente encargado de resolver un problema que le queda muy pero que muy grande.
Al otro lado del conflicto tenemos a los autoproclamados “constitucionalistas” que también han ganado su batalla en cuanto a generar tensión y odio se refiere. Pese a que procesan un discurso de satisfacción con respecto a la sentencia, realmente discrepan con que el Tribunal Supremo no haya condenado a los presos políticos por rebelión. Incluso Cayetana Álvarez de Toledo se ha saltado la línea de pensamiento impulsada por el PP hablando de decepción.
Ciudadanos, con Inés Arrimadas, su líder en Cataluña, a la cabeza, continúan en la línea en la que tan bien se desenvuelven. La reina del altercado y la polémica se ve como pez en el agua en este ambiente de enfurecimiento y provocación. Dado el descalabro electoral que predicen las encuestas, la sentencia también ha sido una bomba de oxígeno para el partido naranja.
Ni que decir tiene que para VOX parece que todo lo que no acabe en fusilamientos no les deja satisfechos.
Las mentiras intencionadas contra el adversario son denominador común para ambos bandos.
Y los grandes derrotados son los condenados, y por supuesto, sus familias. Y también la democracia y la política, que ha demostrado no estar a la altura por culpa de los representantes que la encarnan.
¿Justicia? Sí, por supuesto. Y no seré yo quién critique esta sentencia en términos judiciales y normativos, principalmente porque no los domino. Pero justicia igual para todos, la misma para unos y otros.
La autodeterminación es un derecho, pese a que bajo mi humilde punto de vista, en este caso está cimentado sobre argumentos cargados de falacias e intereses económicos de ciertas élites. Pese a ello, no considero que la cárcel sea la solución a todo este conflicto.