Dice el refranero popular que «hay tres jueves en el año que relucen más que el sol«. Y a pesar de la lluvia, la luz de la Eucaristía ha relucido, esta mañana, en la prisión provincial.
En el día del amor fraterno, el Obispo, Don Amadeo ha acudido a su cita con las personas privadas de libertad para compartir con ellos la Cena del Señor, en este Jueves Santo.
Una Eucaristía preparada con esmero y con mimo por el Delegado de la Pastoral Penitenciaria, con la colaboración de los capellanes y de los voluntarios.
A su llegada, el Prelado ha saludado a los internos que lo esperaban en la Capilla de la Prisión. Algunos de ellos, llegados después de Navidad, no conocían personalmente a Don Amadeo, y éste se han presentado a todos ellos. Después de revestirse ha dado comienzo la celebración eucarística. Las lecturas han estado participadas por los propios internos.
Homilía
Don Amadeo ha comenzado su predicación mostrando su gratitud de poder compartir, en el día de la institución de la Eucaristía, esta celebración con los internos. Sobre el significado profundo de la Eucaristía para la vida del cristiano, el Obispo ha expresado: «Estamos tocando el corazón mismo de nuestra fe», para continua diciendo,«La Misa ha existido siempre como la gran experiencia, como la experiencia imprescindible de un cristiano. La Misa es una necesidad. Y lo que tenemos que recuperar nosotros, en nuestra experiencia cristiana, es vivir de la Eucaristía». En este sentido, el Prelado ha querido insistir en que «La Eucaristía es un acto de amor de Dios realizado por Jesucristo». En las palabras dirigidas a los internos, Monseñor Rodríguez Magro les ha explicado que Cristo es el camino hacia la felicidad: «En Cristo recuperamos la alegría, la paz, la felicidad y también recuperamos la libertad interior».
Para concluir, Don Amadeo ha señalado que «la Eucaristía es un acto de amor, y que quien vive de la Eucaristía tiene que amar a sus hermanos, a los más pobres, a los más débiles, a los más humildes y sencillos y ser servidor de los hermanos«. Se ha dirigido, especialmente a los internos para pedirles, que no haya rivalidades y que la actitud de servicio reine entre ellos, «Seréis siempre más felices si creáis un clima de fraternidad, de ayuda los unos con los otros».
Lavatorio de los pies
Al finalizar la homilía, el Obispo se ha desprendido de la casulla, para ceñirse una toalla, arrodillarse y lavar los pies a los internos. Tres han sido los presos, que en representación del resto, han participado en esta rememoración del lavatorio de los pies de Jesús a los apóstoles, en la Última Cena. Mientras, de forma amorosa, vertía el agua sobre los pies desnudos de los internos, el Obispo se ha interesado por su nombre, el lugar de procedencia y cómo se encontraban. Un gesto de servicio y entrega, al pueblo que pastorea como Obispo, y que esta tarde repetirá en los Santos Oficios en la Catedral.
El momento del Padrenuestro ha sido especialmente emotivo. Con la luz apagada, los internos, lo voluntarios, el Obispo y los sacerdotes concelebrantes, han entrelazado los brazos para rezar la oración que el mismo Cristo nos enseñó. El recogimiento se ha hecho presente, también, durante la Comunión.
Antes de concluir la celebración, Don Amadeo ha pedido a los presentes que vivan estos días con intensidad, ya que en este Triduo Pascual se celebran los misterios más importantes de la vida de los cristianos. A la vez, que ha recordado la Exhortación apostólica «Gaudete et Exultate»del Papa Francisco, y esos santos de la puerta de al lado a los que el Santo Padre hace referencia. Don Amadeo los ha retado para que santifiquen su vida dentro de la prisión. Ya que, en ese retiro obligado, pueden encontrar en la ayuda, en el compañerismo, en la escucha… una manera de alcanzar esa santidad.